Entrevista realizada a Diego López Encina, diacono en tránsito, quien será ordenado presbítero de la Iglesia el próximo sábado 07 de noviembre.
¿Cómo nace tu vocación?
“Como el final de un proceso largo, puedo decir que son distintos los momentos a lo largo de toda la vida que me fueron marcando. Si puedo decir que hay una experiencia fundamental y fuerte en la fe de la familia, en la fe en torno a la religiosidad popular desde niño. Ahí pude sentir también una experiencia de fe, de sensibilidad hacia lo religioso, junto a las grutas que hemos tenido en la casa, tanto de mis abuelas como en la que hicieron mis padres, también en la mía, en la oración diaria, en prender una vela, en las fiestas patronales que marcan la historia de La Ligua, las fiestas religiosas de Placilla y de Valle Hermoso, desde la Virgen nace una vocación muy fuerte como está mamá que acompaña. También me marca Santa Teresita de los Andes por mi familia que es muy devota de ella. Así que la primera etapa se puede decir giro entorno a la religiosidad popular, esa fe fuerte heredada desde las abuelas Ana y Yolanda. También desde el acompañamiento de mi mamá y la participación de la Eucaristía, aunque no era muy frecuente, pero sí íbamos a la misa”.
¿Cómo te fuiste acercando a la Iglesia?
“Desde niño fui siempre cercano a lo religioso, no a la Iglesia como institución, pero sí hacia lo religioso. Y después de la Primera Comunión me quedé de acólito, participé en la pastoral de enfermo, la catequesis familiar, algún grupo juvenil, la pastoral juvenil de la diócesis. Entonces todo eso llevó a que lo que sentía que era un hobby o un pasatiempo de fin de semana se comenzó a ganar la vida. Y ahí nace la pregunta más fuerte esto que quiero siguiera siendo un pasatiempo o quiero entregarme por completo, y ahí comencé a sentir que la felicidad un poco más plena estaba en el servicio y estaba también en una vida de oración”.
¿Sientes que Dios te llamo a seguirlo?
“Creo que estuve muy dispuesto a decirle que sí al Señor, porque veía en la vocación grandes deseos. Y finalmente siento que el Señor llamó más fuerte en la experiencia de acompañar el dolor y que mi vida se convirtiera también en un motivo de bendición para los demás. Y este Dios que ama, que ama profundamente, que me salva, que me perdona, que me quiere, lo encontré en Jesús y también en la Iglesia. Ahí nació la vocación”.
¿Qué sacerdotes diocesanos dejaron huella en tu camino?
“Me gustaría recalcar la figura de dos sacerdotes que ya fallecieron el padre Mario Lazo y el padre Tristán Rocco. Su ejemplo, sobre todo su final de vida y de ministerio, porque al igual que ellos quiero morir con las botas puestas como lo hicieron ellos y que quiero entregarme hasta el último día a la Iglesia. A ellos los recuerdo con gratitud, porque no conocí su cruz o su vida completa, pero sí pude compartir con ellos hacia el final de su historia y me dieron el ejemplo que se puede vivir sacerdote y se puede morir siendo sacerdote en compañía de la Iglesia, de los fieles y de entrega hacia los más sencillos”.
¿Cómo te has preparado la ordenación?
Después de la aceptación del Padre Gonzalo realicé el retiro de ordenación en el Seminario Pontificio de Santiago, junto a uno de los directores espirituales. Y además tuve la gracia de poder compartir esos días de oración y de preparación con otros hermanos de generación que van a ser ordenados, dos sacerdotes para Melipilla y uno para Rancagua.
¿Cuál será el lema sacerdotal?
El lema se ha ido cuajando durante la vida y finalmente va a hacer “Consuelen a mi pueblo”. Isaías 50-1. Es por esta insistencia de Dios de estar con los que más sufren y también poder ser posibilidad de consuelo para los demás. En esta necesidad del consuelo en él, en aquellos que han perdido a algún familiar y aquellos que se ven más debilitados por la edad, en aquellos que están decepcionados de la Iglesia, en aquellos que llegan a la parroquia queriendo que alguien lo escuche. O sea, veo que mi vida puede ser consuelo para los demás. Así que por eso el lema y también está en conexión con los consuelos que nos da el Señor.
Fuente: Oficina de Comunicaciones Obispado de San Felipe