Por Patricia Araya Godoy Psicóloga Coordinadora Salud Mental Cesfam Cordillera Andina
En los últimos años, todos hemos sido testigos de un fuerte aumento de la violencia y los malos tratos, en todas sus manifestaciones, relaciones interpersonales complejas, depresión, trastornos de ansiedad, entre tantos otros graves problemas de salud mental que, si bien siempre han existido, sin duda, se han acentuado tras la pandemia, el descontento social y la crisis económica.
En ocasiones nos preguntamos por dónde podemos partir para intervenir esta realidad y lograr que las personas tengan una mejor calidad de vida. Es cierto que existen determinantes sociales como la pobreza, el barrio donde se reside, la oportunidad de acceso a diferentes servicios, delincuencia, todos factores a nivel estructural que no podemos intervenir desde la individualidad, pero sí desde la esfera personal, generando cambios clave.
Para poder comprender cómo funcionamos tomaremos la Teoría del Cerebro Triuno de Mc Lean, que nos dice que tenemos tres procesos o cerebros en un gran cerebro, estos son: Cerebro Reptiliano, que nos permite reaccionar ante una amenaza y responder luchando, defendiéndonos o paralizándonos; un Cerebro Mamífero, que contiene todo el funcionamiento emocional, permitiendo vivenciar las emociones, sentimientos y desarrollar la empatía, y un Cerebro Neocórtex o Prefrontal que es sólo de los humanos, y nos permite reflexionar, evaluar consecuencias, planificar, entre otras cosas. Cada una de estas partes del cerebro se representa como un motor interconectado que depende uno del otro y no puede funcionar por separado.
La madurez de este cerebro va desde el cerebro reptiliano hacia la corteza prefrontal, que es el que requiere mayor tiempo para madurar, lo que implica un largo camino para desarrollar las capacidades de regular el comportamiento, razonar y evaluar las consecuencias de nuestros actos. Pero no podrá llegar a un adecuado funcionamiento sin la base del cerebro emocional ni reptiliano, que serán las bases predisponentes para la forma de visualizar al mundo y relacionarnos con los otros.
En otras palabras, los primeros vínculos de las personas son fundamentales, el bebé requiere de un otro que, a través de la conducta, manifiesta su amor cuidando, protegiendo y respondiendo a las distintas necesidades, mostrándole un mundo seguro. Si eso no ocurre, si hay ausencia, diferentes formas de negligencia o malos tratos, configurará para el niño un escenario amenazante, que dejará una huella dolorosa que se deberá sanar para no repetir, algo que pocas veces ocurre. De ahí el porqué de la crisis de salud mental que vivimos hoy.
¿Eso qué nos dice? Que podemos aprender a ser conscientes que respondemos ante el mundo por medio de las emociones que aparecen desde las propias vivencias; que interpretamos la conducta de los otros de acuerdo con este mundo seguro, ambivalente o amenazante.
Sólo en la medida que se logra identificar el propio funcionamiento, es decir, emociones, sentimientos y pensamientos que predisponen a la conducta, podremos ir buscando estrategias para sanar aquellas vivencias que, ante las situaciones actuales, permitan buscar alternativas para hacer las cosas diferentes.
Nunca es tarde para aprender a gestionar las emociones y para reparar los vínculos, solo debemos tener la disposición de mirar nuestra forma de relacionarnos y querer generar cambios en beneficio personal y de las personas más significativas, como la familia y los seres queridos.
Existen acciones simples que permiten dar un primer paso en este entrenamiento al cerebro emocional, por ejemplo, hacer ejercicio, técnicas de relajación por respiración, meditación, atención plena, la risa de una buena conversación, agradecer todos los días, no dejar de asombrarse, entre otras. Cada uno debe buscar las herramientas que más le hagan sentido, le sean de agrado y le sirvan, pero sólo la práctica ayudará a que cada vez más rápido este entrenamiento nos permita ir disminuyendo el tiempo que demoramos en retornar a la calma luego de conectar con emociones desagradables o que nos desregulan, porque solo en calma podemos pensar con mayor claridad y actuar evaluando la consecuencia de nuestros actos.
El estar bien, siempre será una opción, es nuestra la decisión, es un privilegio, un derecho exclusivo que cada persona puede ejercer. Y es, además, el primer paso para generar cambios desde lo individual hacia la esfera de la salud mental.