Por Mario Alvarado Eva.
La historia nos muestra que es muy cierto que ningún cambio social profundo se ha logrado solo con pancartas y marchas pacíficas y alegres. Es difícil cambiar en un mes las situaciones que nuestro país arrastra desde el Golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973, hace ya 46 años.
Primero nos desataron encima la violencia sanguinaria de la dictadura militar, por 17 años, y luego, con la “democracia”, los sucesivos gobiernos, por casi 30 años nos han castigado con la violencia de la inequidad económica y la injusticia social. Lo vemos a cada rato cuando vemos las caras sufrientes de nuestros abuelos en el Cesfam comunal, adonde acuden porque no pueden costear médicos especialistas y mucho menos los tratamientos con costosos medicamentos.
También podemos notarlo en las colas interminables hasta de una cuadra del único banco en la comuna, cuando los adultos mayores concurren a buscar sus pensiones, y se mantienen estoicamente de pie a la intemperie.
Tal vez tengamos que palpar la desazón, especialmente en las madres jóvenes, cuando no consiguen que sus hijos queden en el colegio de su preferencia porque no hay cupos y la tómbola hizo rebotar su postulación.
Hay tantas razones para protestar, gritando y marchando. Los más jóvenes rebelándose contra todo lo institucional, contra lo establecido por las normas que les impone el mundo de los adultos, o porque no tuvieron una mejor oportunidad para correr tras sus sueños. De allí proviene la violencia, de la injusticia y la inequidad, de la falta de oportunidades y alternativas de crecimiento.
Y Putaendo no es indiferente a todo lo anterior. Ya llevamos 27 días de protestas, la mayoría pacíficas, las menos un poco más agitadas. No nos asombremos por alguna barricada en nuestros caminos, obedecen a la dinámica que ocurre en todo el país, aunque claramente, con actos violentos en Putaendo, no se logra que el Gobierno, o ni siquiera los representantes provinciales o regionales, nos vean.
La violencia solo conduce a más violencia y claramente no es el camino, la condenamos, en todas sus formas, de todos lados, incluidas las de cuello y corbata.
En nuestro Putaendo no ha habido destrozos o saqueo al comercio o edificios institucionales, excepto un par de barricadas, que dicho sea de paso, solo consiguieron el rechazo de toda la comunidad. Valoramos que algunos de los mismos que las construyeron, mas tarde ayudaron a limpiar y restablecer el tránsito. Nuestros rebeldes locales deben comprender que deben respetar el hogar de sus padres, el suelo donde viven, la gente con la cual conviven diariamente.
Ahora es nuestro deber sembrar la cuota de esperanza que todos nos merecemos para dar salida a esta crisis. El Municipio debe allanar las cosas para que nuestro pueblo participe del plebiscito organizado por casi todas las municipalidades del país el próximo 7 de diciembre, para pedir una nueva y moderna constitución.
Para ello el Municipio debe asumir un liderazgo que no nos ha querido mostrar en estos aciagos días. No basta con dejarnos ver a un par de autoridades en un par de marchas. Se requiere conducir las ansiedades de la gente hacia el logro de sus anhelos y demandas, a lo menos en lo que nos toca en esta pequeña comuna.
Putaendo merece más, para eso estamos luchando, jóvenes y adultos, sin miedo, sin violencia, con el foco puesto en el cumplimiento de nuestro sentir libre y soberano.