Como todos los Domingos publicamos una crónica hecha llegar a nuestro medio por, por Christian Rodrigo Nuñez La Rosa, Cronista y recopilador de Historias. para Putaendo Informa.
Entre la realidad y la leyenda, tesoros ocultos que solo algunos están capacitados para desenterrar.
Muchos de nosotros hemos escuchado a través de nuestra vida, historias que nos acerca a la riqueza instantánea, a esa que conseguimos con el menor esfuerzo, pero con una condición sine qua non, ser valientes y poder ser capaces en la oscuridad de la noche actuar con gallardía y un temple de acero.
El termino entierro es lo que describe a un tesoro, ya sea en joyas, monedas, metales preciosos como el oro y plata entre otros y que fueron guardados bajo tierra en algún cofre, ollas u cajas de maderas con el fin de conservarlas, guardarlas y por supuesto esconderlas con un fin determinado. Ante esto nace la duda de porque guardarlas allí y no en un banco, la verdad es que la mayoría de las historias que se cuentan al respecto están situadas en el tiempo de la colonia, época de corsarios y filibusteros que asolaban las costas de nuestro país, bandas de cuatreros que se hacían camino al andar con sus fechorías en cada pueblo, aldea o villorrio por el cual pasaban, obviamente los bancos aún no existían y por consiguiente enterrar los objetos de valor no era una mala idea ante tales amenazas. Los aldeanos perseguidos o asaltados eran asesinados, perdían cruentamente la vida, y sus riquezas quedaban enterradas para siempre o mejor dicho esperando por alguien que las quisiera recuperar.
Para hallar un entierro es necesario prestar atención a las primeras leyendas u historias relacionadas, ya que nos darán las primeras señales sobre los tesoros enterrados. Luego debemos ir al lugar donde supuestamente se encuentra el tesoro y prestar mucha atención a las condiciones del terreno, generalmente donde se aprecien deformaciones o irregularidades en el terreno, como por ejemplo la falta de crecimiento de plantas, rocas apiladas arboles solitarios que indican la presencia de un posible entierro en ese lugar.
Existen los llamados entierros malditos, son aquellos tesoros enterrados por personas codiciosas que solían acaparar grandes fortunas en cofres ocultos bajo tierra y que murieron abruptamente sin que nadie más conociera de su ubicación. Se cree que estas almas codiciosas, aún permanecen junto a los tesoros que acumularon en vida y quien ose sacarlos, tendrá muy mala suerte, sus seres queridos morirán en circunstancias extrañas y vivirán en la extrema pobreza hasta el día de su muerte.
Según las leyendas para poder desenterrarlos debe cumplir con ciertas condiciones. Debe ser valiente para poder realizar el hallazgo en lo oscuro de la noche, sin codicia ya que de lo contrario, el entierro se cambia de lugar. El lugar donde hay entierros ocurren ciertos eventos paranormales como luces, chispas como de fogatas y hasta avistamientos de espectros y sonidos metálicos; eso sí, solo ocurre ante personas a quienes hayan sido elegidas o decidido entregarles el tesoro.
Según indican, solo pueden ir a desenterrarlo, un máximo de tres personas y de sexo masculino, de haber una mujer en el grupo, debe de vestirse con su ropa al revés. Otra cosa es que no está permitido mencionar a Dios, ni a la Virgen, ni ningún santo porque el tesoro se moverá de lugar ya que quien lo encuentre le conlleva una maldición pues estos tesoros le pertenecen al diablo. La maldición conlleva muerte repentina de un familiar y el buscador deberá mudarse inmediatamente, lo más lejos posible, y no podrá utilizar el tesoro hasta al menos haber pasado un año del hallazgo.
Hay algunos mitos y leyendas que alegan que estos entierros están protegidos por duendes. Según esta leyenda, se debe disponer de un mate de brujo, un cirio que haya iluminado a un difunto y una pala. Se enciende un cirio y cuando el mate gire por sí solo, indicara que es el lugar exacto del entierro.
Una vez extraído el tesoro hay que rociarlo con agua bendita y esperar un año antes de hacer uso del mismo. Otro dato importante es que no debe ser tan codicioso de llevárselo todo porque la ambición lo llevaría a la muerte.
En Chile se cuenta la leyenda de que para el 1819 unos españoles acaudalados contactaron unos compatriotas en la villa San José y llevaron sus riquezas en carretas hasta la Laguna Negra. Pensaban ocultarlo y más adelante buscarlo o dejárselo a sus descendientes. Ya en las inmediaciones de la laguna deciden sepultarse con carretas y tesoros ya que entendieron no tenían escapatoria y serían alcanzados por los patriotas. Fue un acto de mezquindad y codicia por lo que se cree que todavía por las noches se escuchan los gritos y latigazos, y que aún las almas de estos españoles continúan protegiendo sus tesoros.
Los últimos jesuitas que vivieron en Colchagua eran dueños de la hacienda de Yaquil, cuando los expulsaron del país no sabían qué hacer con la fortuna que habían adquirido durante estos años. Dice la gente que lo enterraron en un cerro llamado Nenquén, colocaron arriba de él una roca con forma plana en su superficie, la llamaron La Mesa, hasta el día de hoy nadie ha podido sacarlo por el peso de la roca, además algunas personas han dicho que se veía una señora vieja, delgada y alta que cuida el entierro.
Dicen los más antiguos habitantes de La Lajuela que Don Pancracio fue un hombre muy rico que llegó a La Lajuela desde Curicó, era un hombre muy tacaño y cuando se casó y tuvo hijos, les mezquinaba hasta el agua. Cuando se acercó el momento de su muerte quiso ponerse en la buena con Tatita Dios y se arrepintió de su maldad, entonces les dijo a sus hijos dónde tenía un entierro de monedas de plata. Sus hijos lo buscaron, pero jamás lo encontraron. Y por eso los cerros de La Lajuela brillan siempre en noches de luna. Cuenta la tradición que muchas veces se siente como el tacaño Pancracio anda con una pala y un chuzo arañando las rocas en busca del tesoro que desea entregárselo a sus descendientes. Mientras esto no ocurra, él andará como alma en pena y no podrá salir del purgatorio.
En Lolol, cuenta la tradición que se escondió uno de los tesoros de la banda de Los Pincheira. Este tesoro estaba compuesto por joyas que estos forajidos robaban en las casas de los ricos hacendados de la zona, pues bien… A la entrada de la comuna hay un gran promontorio de rocas donde actualmente hay una pequeña ermita dedicada a la Virgen María, bajo estas rocas se escondería el tesoro, pero nadie se ha atrevido a profanar este lugar sagrado, porque dicen que los Pincheira mataron a los portadores del tesoro y allí mismo los enterraron, para que nadie supiera donde lo habían escondido. En noches de tormenta se escucha el lamento de los hombres que murieron sin poder arrepentirse de sus pecados y faltas.
En 1740 estuvo en Juan Fernández Lord George Anson, con cuatro barcos, todos ellos en mal estado, que casi se hundían por el largo tiempo que habían estado en el mar y por el peso de los fabulosos tesoros arrebatados a los españoles.
Lord Anson, de los cuatro barcos hizo dos, dejó algunos cañones en tierra y otros botó al mar. Estos cañones todavía se ven en Isla. Casi dentro de la bahía atacó Lord Anson al mercante español nuestra señora del Monte Carmelo, y como recuerdo de la fechoría dejó parte de este tesoro enterrado en un morrito, en el que estuvo el fuerte o la casa de los piratas. El botín eran mil doblones en pesos fuertes.
Días después, capturó un galeón repleto de monedas acuñadas y plata virgen. El entierro del morrito no le interesaba ante tan suculento botín. Hoy el espectro de una pirata monta guardia en el sitio para ahuyentar a los codiciosos.
¿Y el valor del tesoro de Lord anson? Se puede imaginar, pues al llegar a Inglaterra necesitó 42 carretas arrastradas por bueyes, para llevar el producto de sus correrías. Hecho el reparto, paso a ser el hombre más rico del reino.
La próxima vez que en la noche vea una luz en medio de la nada, anímese quizás la fortuna este de su lado, solo necesita coraje.