Extenso reportaje del diario de circulación nacional “La Segunda” al director Rodolfo Osorio y ala enfermera Massiel Bruna, deja al descubierto una cruda realidad que nunca había sido de conocimiento de la comunidad y de las autoridades locales pero que en extenso fueron entregados a la “Prensa nocional

“Reportaje Diario La Segunda”

“Dos personas llegaron por covid y se quedaron a vivir en el hospital”, dice sin asomo de sorpresa, Rodolfo Osorio, director del Hospital San Antonio de Putaendo. “El 50% de camas están ocupadas por pacientes que viven aquí”, agrega Mussiel Bruna, enfermera jefe del mismo establecimiento.

El hospital está en un valle luminoso y árido, a unos 102 kilómetros de Santiago. Aquí no hay ni respiradores artificiales, ni pacientes intubados. Pero sí desgaste y estrés. Y unas curvas de contagios que se resisten a bajar. Con 17 mil habitantes y una densidad poblacional de 11 personas por kilómetro cuadrado, Putaendo no tiene aglomeraciones, pero el 8 de abril entró en cuarentena. “En junio del año pasado estuvimos al borde del colapso”, cuenta Mussiel Bruna. “Sufrimos un brote de covid entre funcionarios. De los 15 que componen el servicio de medicina llegamos a tener el 30% enfermo”.

-¿Debe ser difícil encontrar refuerzos en la zona?

-RO: Pudimos encontrarlos, pero se nos contagiaban. En un minuto dijimos: “vamos a tener que cerrar porque esto no lo podemos controlar”.

-¿Cómo partió el contagio?

-MB: Recibimos pacientes de Los Andes, donde hubo un brote. En una noche, en unos minutos, pasamos de 1 paciente covid a 8. Escuchábamos de la muerte de funcionarios en otros hospitales; no estaba la vacuna. Todo era desconocido. Mucho temor. Los reemplazos no tenían experiencia. Encontramos un TENS en un packing de frutas. En 3 años no había pisado un hospital. Nuestros protocolos incluyen 5 días en inducción. Pero el reemplazo llegaba, se le hacía una inducción de una hora, y ¡a trabajar! Fue caótico.

Sin red de apoyo

Es difícil imaginar ese caos en el hospital. El pueblo se articula en torno a una calle tan hermosa como antigua, con casas de adobe y fachadas continuas. La comuna es una sucesión de villorrios que sube hacia el Resguardo de Los Patos (Por allí, en el verano de 1817, bajó la principal columna del Ejército Libertador comandada por San Martín, Soler y O Higgins). Es por eso que orgullosamente, Putaendo se declara como “el primer pueblo libre de Chile”, orgullo que desde hace unos años ha mutado en una pertinaz defensa por su agua que escasea año tras año. No es infrecuente ver paredes con frases contra una minera canadiense que pretende desviar uno de los 3 afluentes cordilleranos del Río Putaendo y explotar un yacimiento de cobre.

Más allá de las impresiones bucólicas, el covid los sigue golpeando silenciosamente. El informe del 22 de abril del Minsal reportó 38 casos la última semana. “Notificábamos dos pacientes diarios o, a veces, en una semana, cuatro. Pero desde marzo aumentó”, explica la enfermera.

-¿Cómo se contagian?

-Casi todos se dan por contacto intrafamiliar (…) Desde que comenzó la vacunación hay un relajo. Se generó una falsa seguridad.

Osorio añade que uno de los problemas son los jóvenes. Vida social, viajes o reuniones en grupo, falta de cuidado en los desplazamientos fuera de la comuna.

-¿Por qué hay pacientes que viven en el hospital?

-RO: Somos un hospital de la familia y la comunidad, de baja complejidad. Los grandes hospitales nos mandan pacientes de menor gravedad. Y tenemos 14 personas, el 50% de nuestras camas, sin red de apoyo, así que prácticamente viven aquí.

-¿Por corto tiempo?

-MB: No. Se recuperan, son dados de alta, pero no son autovalentes, viven solos y quedaron postrados. No hay familia o esta se desentiende, nadie los recibe y no hay cupos en los hogares de ancianos.

-¿Adultos mayores?

-RO: Tenemos varios que son menores de 60. No tienen nada ni a nadie, excepto el hospital. ¡No los podemos echar a la calle! Este tipo de pacientes socio-sanitarios son muy demandantes desde lo físico porque hay que mudarlos, bañarlos.

-Imagino que, para una enfermera, alguien que mejora y se va es una alegría. En cambio, alguien que se queda es una tristeza.

-MB: No crea. Uno se encariña. De esos 14 pacientes, hay un par que ya llevan 3 o 4 años. Pasan a ser parte de nuestro hospital. Si está de cumpleaños, se lo celebramos. Algunos tienen pensiones solidarias. Las asistentes sociales les compran útiles de aseo. Pero hay otros que no tienen nada. Y, a veces, los mismos funcionarios les compramos lo que falta.

-Nunca hay aglomeraciones.

-RO: Los tiempos de espera son bastantes más reducidos que lo que nos exige la norma. Sin compararnos con otros hospitales. Nuestro mayor índice de consultas tiene que ver con pacientes C3 y C4, ¿qué quiere decir eso? Pacientes no graves deben atenderse en atención primaria, pero igual consultan acá porque es el único servicio de urgencia que está en esta zona. Si alguien viene de cualquier parte de Chile lo atendemos igual.

-¿Qué se suele atender en urgencias en un hospital situado en esta zona?

-RO: Accidentes de tránsito e infartos. Los accidentes automovilísticos por la carretera que va hacia Cabildo.

-¿Y la relación con la comunidad?

-RO: La comunidad quiere bastante al hospital. Sienten que es su hospital. Tenemos un Consejo de Desarrollo Local, CODE, en donde están súper comprometidos con nosotros. Ayudan, defienden. En 2010 se pensó en cerrar el hospital, pues se cayó, pero la comunidad salió a la calle, a marchar, y no se pudo cerrar.

El Hospital San Antonio de Putaendo es de 1879. Es tan parte del orgullo local que los lugareños suelen recomendar pasar por su frontis como un atractivo turístico. “El viejo hospital era como entrar al tiempo de Florence Nightingale”, cuenta Mussiel Bruna, quien llegó por un reemplazo de un mes y lleva 20 años.

-El nuevo edificio es impresionante.

-MB: Recuerdo que los pacientes me decían, “esto es una clínica, yo no puedo pagarlo”. Después del terremoto nos quedamos con 6 camas, que habilitamos en una oficina. Así que nos emocionamos el día de la inauguración. Por eso el compromiso. La gente de nuestro equipo que no se enfermó igual venía a sus turnos. Sobre todo, en ocasiones que hemos tenido muchos pacientes adultos mayores. Ese compromiso y sacrificio hay que destacarlo.

“Esta ha sido una prueba de fuego para todos aquí y creo que estamos demostrando vocación de servicio e integración a la comunidad”, dice Osorio, sin ánimo de jactancia.

“Sólo un ejemplo”, agrega Bruna, “hace unos días un señor trajo dos tortas, una para el servicio de urgencia y otra para medicina. Pensamos que venía a atenderse, pero dejó las tortas, dijo algo como que nos quería mucho y partió”.